Por: Aldo Vergara García*
El contexto bajo el cual nos tenemos que
desenvolver como sociedad, como masa en movimiento, hace cuestionarnos hoy más
que nunca la relación que tenemos con la tecnología y la forma en que se ejerce
el poder por medio de ella.
La tecnología ha pasado de ser un lujo
para convertirse en una necesidad, muchas veces prioritaria para la percepción
de bienestar, de crecimiento, de civilización.
En concreto el internet, el
ciberespacio, esa extensión de nuestro sique convertido en realidad virtual que
afecta de igual manera nuestra realidad física, ha formado parte de nuestra
cotidianidad. Para algunos, toda su vida, para otros gran parte de ella y para
muchos otros se ha convertido en el nuevo paradigma a descifrar. Este mundo
alterno se encuentra dominado por empresas como Google, Facebook, Apple,
Microsoft, empresas que se convierten en el ejecutor de nuestros deseos
adquiridos a costa de nuestra intimidad, regalando nuestra identidad. Por ello
no podemos soslayar la imperante necesidad de no ser un analfabeta ante esta
nueva forma de control social que llamamos internet. El nuevo Edipo de nuestra
generación.
Es por ello que el internet como
contexto complementario al desenvolvimiento social, por lo menos en nuestro país,
es un espacio ajeno al control gubernamental, a pesar de que esta afirmación se
situé en el discurso del deber ser. Dicha naturaleza “libre de Estado”, de
control, discriminación, filtros y supervisión es la génesis del internet.
Convirtiéndose en la principal herramienta para la organización social ante
temas públicos, de defensa de derechos, para la crítica política y un poder
dicotómico ante la información oficial proveniente de los medios tradicionales
que se ven subordinados al poder y control estatal.
Por tanto la expansión global de los
medios electrónicos de comunicación, internet uno de ellos, permite la
interacción entre mayor número de personas, culturas, comunidades y grupos
sociales, convirtiéndose por corolario en el medio idóneo para la expresión, y
como catalizador de movimientos sociales.
Así, la aceptación general es que el
internet es una herramienta para el desarrollo, una herramienta para la crítica
social y para ejercer derechos fundamentales, al igual que un eje de movimiento
para la globalización cultural.
Sin embargo esa trascendencia del saber
libre, conlleva la conversión potencial a una herramienta de control político,
social, educativo, cultural y personal. Esta virtual perdida de la “libertad”
cibernética potencializa el panóptismo, pasando de una arquitectura física a
una arquitectura moral, donde la fantasía prismática de vigilancia se vuelve
tan real y constante que se convierte en imprescindible para el desarrollo
normal de nuestras vidas.
Por ello queremos señalar con base a los
argumentos de Foucault sobre el biopoder, la vigilancia y el control, como el
poder político investido bajo los medios de comunicación electrónicos se
transforma en el Edipo de nuestra nueva sociedad cibernética, donde el saber
tiránico de las elites se convierte en el dios de los internautas.
INTERNET: EL NUEVO DIOS DEL SABER Y EL CONTROL
El internet se transforma día con día en
el Edipo temido, en la combinación del saber y poder que no permite la
confrontación, legitimidad que ha ganado con el paso del tiempo y concluye en
la creación de verdades generales. Este ejercicio del saber tiránico
revolucionado involucra sujetos que ejercen el poder a espaldas del
conocimiento, a espaldas de una democratización del saber, que si bien
interactúa con el pueblo, no permite su libertad ya que teme causar una verdad
contrapuesta a la del Estado-empresa.
Sin embargo, a diferencia del Edipo
clásico, y el retomado por Foucault, nuestro Edipo carece de frontera de poder
y saber, no llega a tornarse inútil, al contrario, aparente una retribución del
saber de la población y desconoce al oráculo, pero solo en apariencia, porque
el oráculo es él mismo.
Esta lucha de instintos, como señala
Foucault (1999), para la creación de conocimiento, es la manifestación directa
de que estamos ante un dispositivo,
consideración que nos impide abordar el estudio del nuevo Edipo desde la
perspectiva filosófica, teniendo que ser puramente político. (Foucault, 1999,
p. 11).
El biopoder efectuado por el internet,
sigue la perpetuidad de un saber holístico, de la revaloración de la verdad con
base, no a un grupo determinado, al conjunto de posiciones estratégicas y
luchas conjuntas, por ello “no hay modelo de verdad que no remita a un tipo de
poder, ni saber, ni siquiera ciencia, que no exprese o implique un acto un
poder que se ejerce” (Deleuze, 1998, p.65). Convirtiendo al internet en nuestro
dios, por ser creado a semejanza nuestra, de nuestras pretensiones, ambiciones,
sueños y utopías, es la victoria de nuestros sueños o pesadillas.
Ahora el biopoder, después de haber
conquistado el modelo disciplinario sobre la vida y el cuerpo como objeto de
readaptación, se proyecta al último bastión individualizador del ser humano, la
conciencia, al eliminar la privacidad de nuestras vidas, nuestra esencia,
nuestro ser sin careta no podrá descansar y dicho atuendo tendrá que ser permanente.
Esta transformación ha corroído la
presencia de lo sagrado (Arteaga, 2012, p. 91), de los valores, de la sensación
de bienestar, y vinculando la profanidad cada vez más a la cotidianidad de lo
social, creando un pánico moral por las
instituciones y los mismos medios de comunicación, hacia la libertad en
internet, hacia la percepción de un libertinaje toxico para la sociedad, donde
se crea una justicia paralela a la legitimada, teniendo por ello la percepción de un instrumento
ambivalente que puede ser utilizado por los desertores de la paz social, siendo
necesario su control y vigilancia. Ya que el internet se convirtió en las
calles por donde se transita para generar conocimiento y verdades sociales.
Ante dicho contexto se ha generado y
legitimado, por medio del pánico moral, la creación de mecanismos de control
que permean como medidas de seguridad, creando barreras para vivir en paz bajo
un Estado pacifico, en el que “el poder de Estado se expresaría en la ley,
concibiéndose (…) como un estado de paz impuesto a las fuerzas brutas, otras
como el resultado de una guerra o de una lucha ganada por los más fuertes”
(Deleuze, 1998, p.55), sin disenso, bajo un escenario puramente político;
preponderando el papel del Estado-empresa como esencial, indispensable para
vivir en una democracia, seguir el camino cristiano del progreso y consolidar
un sistema del buen vivir occidental.
Este control puede ser creado o
complementado a causa de los sismas sociales que crea el internet en cuanto a
sus características de libre acceso y acción, instaurando rutas legales como
extralegales abanderadas por el Estado, las empresas u organismos alternos con
la finalidad de vigilar; lesionando en su mayoría derechos fundamentales de los
ciudadanos que los mismos Estados ponderan como inviolables.
Los medios legales de control, se
encuentran en las leyes secundarias, al ser corolario de políticas de seguridad
que el Estado genera para legitimar la censura y control a los espacios, que por sus características se
encontraban ajenos al margen rector estatalizado. No así empresarial, ya que el
espacio cibernético se encuentra ante un liberalismo de mercado que subordina
intereses sociales a comerciales.
El control de los medios electrónicos,
en concreto el internet, se presenta bajo otro discurso y otro medio, más la
esencia es la misma que el autoritarismo, ya que al limitar la neutralidad de
la red, establece medios de censura bajo el discurso de la seguridad nacional.
El control del internet, engrosa la
lucha contra el criminal, no como sujeto que ha causado daño, sino bajo una
concepción del daño que puede causar,
“el individuo debe ser considerado por la sociedad en razón de sus
virtualidades y no tanto en razón de sus actos, de infracciones de hecho a una
ley efectiva, sino en función de las virtualidades de comportamiento que esas
infracciones representan” (Foucault, 1999, p. 42). El derecho renuncia cada vez
más a lo que constituía privilegio del soberano, el derecho de matar,(…) en
nombre de la razón, de la condición de vida, de una población que se considera
mejor y que trata a su enemigo, no como un contrincante jurídico, sino como un
agente toxico, una clase de peligro biológico.(Deleuze,1998).
Así el panóptismo, visto como la
estructura arquetípica de la vigilancia de muchos por pocos, se ve bajo una
sinergia con el sinóptismo, encargado de crear grupos, de estereotipar
comunidades, para su debida exclusión por medio de los ejemplos implantados en
la psique social por los medios de comunicación. Por ello en internet siempre
formamos parte de un grupo, de un chat, de una comunidad que si bien
aparentamos libertad, dicha libertad llega hasta que se crea lo anormal.
En nuestro Estado democrático, la
vigilancia forma una parte sustancial de la construcción del mismo, al mismo
tiempo que crea una definición de la idea de ciudadanía. Sin embargo los medios
de control no son un sinónimo de democratización, pero en un mundo alterno como
el cibernético el discurso de un control total aún tiene vigencia dentro de una
democracia moderna.
Es así que el autoritarismo
gubernamental, al no soportar el debate bajo los estándares discursivos del
estado-moderno, encuentra en el internet un nuevo escenario, un nuevo
instrumento por medio del cual se modifica el contexto, ampliando el dispositivo
carcelario, sobrepasando la dominación corpórea y trascendiendo a la
privacidad, ya no psíquica sino física.
Con las políticas de control y
vigilancia de las telecomunicaciones, la esencia por la cual se creó el
internet se pierde y se vuelve un brazo
más del control gubernamental, se vuelve la institución de control foucaultiano,
transita por la evolución naturalmente inducida e las relaciones de poder de
nuestra sociedad.
Lo nuevo de este Edipo rey es que aun a
sabiendas que nos vigila pensamos que no alcanzan a controlarnos, porque en
teoría no están allí. Soy libre, hasta
que el duopolio empresa-estado indique que lo que hice ayer, hoy ya no es
civilizado, todo en nombre de la paz.
CONCLUSIÓN
Desde Foucault y bajo el discurso de una
sociedad de control, subordinada a poderes elitistas, que se retroalimentan de
los subordinados, que conforman el contexto social y coaccionan la libertad del
individuo. Nos enfrentamos a una arquitectura intangible o en su defecto
subjetiva, ante una arquitectura virtual pero igual de valida que la realidad
física misma.
El control de la libertad de internet,
del ejercicio del poder para controlar datos, actividades, grupos y
personalidades ejerce un ataque directo al plano de la privacidad, lo único que
nos queda de la esencia del individuo moderno, se convierten en centinelas de
nuestros más profundos deseos , filias y sentimientos, nos vuelve cien por
ciento visibles. La creatividad se vuelve una utopía, al no poder ejercer un
acto sin la careta social puesta.
Así la lucha de hoy, ya no es por el
control de nuestros cuerpos, que no tenemos, o el poder decidir qué hacer o no
frente a la sociedad, que tampoco podemos, sino por la intimidad, por la
definición de quienes somos como átomo de una sociedad.
El discurso de lo carcelario, del acto
de ejercer el poder por medio de instrumentos, y la jerarquía de las
instituciones como medio de subjetivación se observan, a nuestro parecer, más
vigentes que en el siglo pasado, en cuanto las virtualidades utópicas de la
literatura se vuelven cada vez menos ficción y más fundamento de lo político.
El internet es el dios creado, y como todo
dios se debe usar para dicho fin, el de controlar y dominar por medio del
miedo, miedo al conocimiento, miedo a la omnipresencia del otro, miedo a nunca
más ser yo, porque ya todos somos
visible. Nos tocó crear el réquiem de nuestra privacidad, y el aleluya del
yo-omnipresente.
FUENTES:
ARTEAGA Botello, Nelson. (2012).
Vigilancia, poder y sujeto. Caminos y rutas después de Foucault. México D.F.,
México: Universidad Autónoma de México.
BALBIER, E., et al. (1998). Michel
Foucault. Filósofo. España: Gedisa.
DELEUZE, Gilles. (1998). Foucault,
Barcelona, España: Paidós Studio.
FOUCAULT, Michel. (1999). Estrategias de
poder. Barcelona, España: Paidós.
________________, (2009). El orden del
discurso, México: Tusquets.
*Estudiante de la Maestría en derecho con
terminal en humanidades de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo [aldox2313@gmail.com]
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